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2010-01 ♦ El Mercurio

El Mercurio 17.01.2010EL ARTE CONTEMPORÁNEO EN EL MAM DE CHILOÉ BRILLA LEJOS DEL CENTRO

Exposiciones, Una buena alternativa durante las vacaciones.

Con cinco exposiciones de diversos lenguajes ayer se inauguró la nueva temporada del museo emplazado desde hace 22 años en el Parque Municipal de Castro. Vale la pena un recorrido.

Maite Armendáriz Azcárate

«El arte contemporáneo encuentra en este museo su espacio en el Archipiélago», dice orgulloso el arquitecto Edward Rojas, director de la Corporación Museo de Arte Moderno. «Esta acción nos ha permitido aportar a la cultura de Chiloé, esa que se nutre de lo propio y de lo ajeno, de lo tradicional y lo moderno».

Las obras de Andrés Manríquez, Juana Díaz, Alejandro Rogazy, Dagmara Wyskiel y José Triviño se reparten por el luminoso recinto. En febrero llegarán otros exponentes con diversos formatos, técnicas y soportes.

«Más que un criterio tradicional, la elección de los artistas y sus obras se debió al encuentro espontáneo, con creadores que pertenecían a lenguajes muy distintos y cuyas obras se han movido en la periferia del centro cultural del país, tal como lo ha hecho el MAM Chiloé desde hace 22 años», asegura la curadora Coca González B. Para el director Rojas el sentido de la residencia a que han sido invitados los artistas es que el MAM Chiloé «no solo sea un espacio de exposición, sino también un espacio de creación».

Alejandro Rogazy rescata patrimonio familiar.

El restaurador y escenógrafo Alejandro Rogazy (48) presenta una muestra fotográfica que rinde tributo a ocho generaciones de los primeros emigrantes suizos llegados a la ciudad de Victoria. El artista seleccionó 37 imágenes que ilustran de qué modo estas familias celebraban las fiestas de la primavera, los cumpleaños o navidades desde 1890 al 2009. Por lo general son niños disfrazados o vestidos de príncipes, escoceses y hasta moros. Son los «Chind» descendientes de Ana Schifferli Lang y Ernesto Müller Brulman, que en 1883 llegaron al país de 8 y 10 años. Con sus respectivos padres atravesaron el Estrecho de Magallanes y se establecieron en la zona de la frontera chilena con La Araucanía, Victoria y sus alrededores.

Se trata del registro de los antepasados del propio Rogazy que rescató de los cajones, divanes y leñeras cientos de álbumes fotográficos: «En las imágenes en papel y cartón firmadas por el fotógrafo oficial de la zona aparecen desde mi tatarabuelo, abuelos y padres y luego yo me encargué de captar a las generaciones actuales, por lo que la selección termina con las imágenes donde se encuentra mi nieta Florencia». Recuerda que los trajes con que estos personajes aparecen vestidos eran mandados especialmente a confeccionarse, «estaban en la casa de mi abuela junto a juguetes de gran factura como caballitos de madera, porque estas viviendas sureñas contaban con una sala de juegos y allí se reunían los niños y jóvenes, era la manera de tener una vida social activa donde todos se juntaban.

Pinceladas explosivas lanza Andrés Manríquez.

Personajes envueltos en sus paisajes son las 20 pinturas en acrílico sobre tela que presenta Andrés Manríquez (49). Su exposición titulada «Aguas» intenta recuperar aquellos entornos perdidos en su memoria. El artista ha pasado gran parte de los últimos años fuera de Chile, hoy enseña Ilustración en la Escuela de diseño de la PUC y Expresión Gráfica en la Universidad Santo Tomás. «Los personajes son nuestros propios reflejos que en esta muestra son aguas turbulentas, movimientos circulares que se transforman en cielo, atmósferas y mar. Es el continuo cambio de la naturaleza, de lo sutil a lo tosco, de lo sólido a lo líquido». Para la historiadora del arte Isabel Cruz en esta exploración del paisaje urbano o rural chileno este pintor opera por desestructuración de dos de los cimientos del paisaje realista: el punto de vista a la altura de los ojos del observador y la perspectiva cónica y aérea. «Así sus cuadros alteran el enfoque tradicional mostrando un horizonte abruptamente alto, distorsionando la perspectiva». Para la experta, los golpes sueltos de pincel que emplea Manríquez con pinceladas explosivas en todas las direcciones revalorizan la dignidad de la materia pictórica.

Un relato visual de una experiencia personal presenta José Triviño.

«Uno de los artistas más prominentes del sur de Chile, ha ganado premios y distinciones en diversos concursos», asegura la curadora Coca González. Su trabajo corresponde a un proyecto Fondart titulado «De-Cierto Gris». «Color sin mucha identificación y de un estado desierto», según Triviño, que lo traslada retrotrae a la manera en que vivió su paso por la ciudad de Nueva York, donde se topó con una realidad ajena y lejana. «La serie representa la visión de un sujeto del sur del mundo, enfrentado a esa ciudad cosmopolita y todo lo que eso significa. Pero, sobre todo, muy influenciado por una etapa personal oscura». De allí que sus pinturas relacionan visualmente algunos íconos norteamericanos con escenarios y personajes del sur.

Chaquetas desarmadas exhibe Juana Díaz.

En su línea de vestuario, como en sus tapices, se le nota a la diseñadora Juana Díaz (41) su pasión por la poesía. Esta vez presenta «Huellas Degüellas», creación textil que ahonda en la simbología detrás de los objetos aparentemente irrelevantes, como puede ser un vestido, desde donde se revela el cuerpo, la identidad, la memoria.

«Triplesex» se llama su nueva muestra: «Es una abreviación de Triple Sexteto de Chaquetas Celestes», dice la artista cuyos diseños de vestuario se han presentado en funciones del Ballet Nacional y del Teatro de la PUC, entre otros escenarios. Agrega que en su muestra actual cada serie está formada por dos delanteros, una espalda, dos mangas y, un cuello. Los trozos se unen a su respectivo soporte mediante costuras que siguen la forma de su contorno. «Las chaquetas que fueron usadas por personas desconocidas primero y por cercanos después, tienen en común el color, la talla, que su origen es desconocido y el que tuvieron varios portadores e historias».

Dagmara Wyskiel cultiva el tiempo.

Sobre cientos de barras metálicas descansan cual flores simples relojes. Su número es indeterminado y desde lejos parece una gran plantación. Es «Cultivo del tiempo», así ha titulado su instalación Dagmara Wyskiel, artista polaca residente en Antofagasta. A modo de primicia, plantó la semana pasada su muestra en el bordemar de Chiloé. Sus «flores» formaron el mapa de América. «No sabemos si repetirá esta forma al exterior del MAM. Además, se exhibirá un video de esa experiencia», dice la curadora Coca González. En tanto, la artista aclara: «Como respuesta a la alta demanda del mercado se desarrolla el proyecto de cultivo de tiempo con captación y envasado del producto». Para Dagmara Wyskiel, los principales causantes de esa actitud maligna se observan a nivel doméstico, «asociándolos con la televisión y otros parásitos caseros. A nivel global, predominan trabajo, conflictos, vicios, ambiciones y sistema competitivo acelerado».

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